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miércoles, 26 de octubre de 2016

Metí La Pata ¿Qué Hago?

Jamás podremos estar seguros de que será la última vez, pero lo que sí podemos decidir desde ya es cómo nos comportaremos cuando metamos la pata. Sea que hayamos sido víctimas de los impulsos, estábamos borrachos, nos comprometimos con algo que no sabíamos hacer, discutimos sin necesidad o no nos hayamos expresado apropiadamente, existen tres caminos entre los cuales debemos escoger, responsablemente.

Hacernos los locos:

Esta actitud es típica del irresponsable y del hipócrita. Finge demencia y pretende que nada pasó. Con total cinismo mira a los ojos queriendo disimular con normalidad y cambiará el tema cada vez que la conversación se acerque al tema sobre el cual se cometió el error. Aunque parece estar actuando normal, su comportamiento preparado será tan evidente que hasta terceros se darán cuenta que algo no está bien. Al evadir la responsabilidad de sus actos simplemente conseguirá que nadie se sienta en confianza cuando él está cerca, hablarán de su hipocresía cuando no esté y el boca a boca hará su trabajo en pro de una muy mala reputación. ¿Quieres ser esa persona que todo mundo considera un falso?

Negarlo hasta la muerte:

Esta actitud es la más popular porque se ha convertido hasta en un consejo. Más de una vez escucharás la recomendación de que “negarlo funciona” queriendo ser partícipe de ese estúpido dicho que afirma que “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. Ninguna mentira puede ser convertida en verdad, lo único que puede ocurrirle a quien trate de tapar la realidad con una mentira es que viva por siempre engañado. Si al meter la pata decidimos asumir la postura del que lo niega todo seremos famosos por mentirosos y conocidos como desleales. Lo único para lo que funciona negar algo es para que perder amistades inmediatamente. Cuando otro conoce la verdad y sabe que le mienten de frente confirmará que le quieren ver cara de pendejo y, eso es igual a ofender. ¿Quién quiere ser señalado como el “sin pantalones”?

Admitirlo y enfrentarlo:

¿Metí la pata? Sí, es verdad. Es lo más inteligente que podemos hacer. Cuando aceptamos los errores los estamos corrigiendo inmediatamente. Nadie puede volver en el tiempo para hacerlo mejor, pero el presente nos da la oportunidad de repararlo al indagar sobre las causas para no volver a tropezar con la misma piedra, lo cual se convierte en aprendizaje para toda la vida. Si damos la cara, admitimos la responsabilidad sobre el error, escuchamos la perspectiva del otro lado y expresamos nuestro interés en solucionarlo estaremos ganando otra oportunidad. El boca a boca será sin duda positivo, ya no estarán hablando del error específicamente sino de la forma como lo solucionamos y no será cuestionada nuestra lealtad, nuestra virtud de confiables ni seremos catalogados como mentirosos. ¿No es mejor que si van a hablar de nosotros al menos alguien diga cosas positivas?

Meter la pata no es pulsar el botón que detonará la bomba nuclear para acabar con el mundo, pero si mentimos o nos hacemos los locos estaremos destruyendo al menos el nuestro.

Destino ¿Quién Diablos Lo Escribió?

No existe nadie en el mundo que no haya escuchado hablar de “el destino”, ese futuro incierto que todos quisiéramos conocer desde ya pero que admitimos sería muy aburrido. Algunas religiones dicen que “Dios lo escribe para cada uno por separado” y de ser así pues Dios debe tener una gran máquina de escribir o un MacBook. Otros que no son tan devotos afirman simplemente que “el destino está escrito”, y los más cuerdos decimos que lo escribes tú mismo.

Lo cierto es que existen al menos 3 afirmaciones (que yo recuerde) que pronunciamos por mera costumbre y que se refieren a la creencia de que todo lo que hacemos está previamente escrito en un guion y que nosotros simplemente somos actores de una película llamada “Vida”.

Estaba escrito que así debía pasar:

¡Ah, claro! Como ya pasó y todos lo sabemos pues ahora podemos decir que sí, que eso estaba escrito y ¿Quién puede decir que no es así? Si todos lo vimos. Esta es una de las expresiones más descerebradas del mundo y, de hecho, puede ser tomada como una burla y una falta de respeto. Si esto estaba escrito, que así debía pasar ¿Por qué diablos no se le ocurrió a quien lo sabía, avisarnos qué, cómo y cuándo pasaría?

Las cosas pasan por algo:

¡Oh, pero qué genio! Eres tan inteligente por saber que las cosas pasan por algo. Por favor, claro que las cosas pasan por algo, no cabe duda de eso, pero las personas dejan abierta esta expresión para insinuar que algo superior e incontrolable tuvo que ver; que él, ella, eso o lo que sea lo sabía y quiere darnos una lección, demostrarnos sus súper poderes y que le tengamos miedo porque “puede hacer con nosotros lo que desee”. ¡Vamos! Las cosas pasan por algo que nosotros hacemos o que alguien más (que es real) hace. No podemos evadir la responsabilidad sobre eso, es una elección.

Lo mejor es lo que sucede:

¡Pero por supuesto! Seguramente yo me quería enfermar, quería que me robaran, quería perder todo mi dinero en esa inversión o cualquier otra desgracia que pudo haberme pasado. No vale, no siempre lo mejor es lo que sucede. Hay en exceso situaciones, decisiones y acciones por las que hubiésemos preferido no tener que pasar, haber elegido o hecho algo distinto. Pero debemos aceptar que no existe un reloj del tiempo que podamos retroceder para reparar el pasado. De hecho, cuando aceptamos que lo que pasó no estuvo bien estamos dando el primer paso para intelectualizar y no repetir los mismos errores en el futuro.

El destino no está ahí pues es futuro, es incierto y no podemos saber qué va a pasar, pero podemos decidir previamente cómo nos comportaremos y qué pretendemos alcanzar.

¿Vamos a seguir considerando nuestra propia vida como algo que está fuera de nuestro control?

Libertad Para Ser Quien Yo Quiera

A veces me pregunto ¿Cuántos se despertarán por las mañanas pensando en qué traje usarán? Y no hablo del traje para el trabajo ni de la ropa para la universidad; hablo de la personalidad que deciden tendrán ese día que está por empezar.

¿Me visto como los demás me quieran ver o me visto como yo quiero ser?

Puede sonar como analogía pero realmente escoger quién seré cada mañana es igual a elegir la ropa que usaré. Algunos deciden desde muy temprano que serán tal cual la sociedad quiere que sean. Son esos que se sienten excluidos y que para ser tomados en cuenta en un grupo social, estos mendigos de atención cada mañana despiertan pensando más en lo que a los demás les gusta que en sus gustos personales. Desde muy temprano se comportan como los demás esperan, crean hábitos propios del grupo para al reunirse contarles que “hicieron yoga a las 6am” “trotaron alrededor de una laguna” o “bebieron un batido de Herbalife”. Y ojo, no tengo nada en contra de quienes lo hacen como hábitos reales, pero sin duda de seguro a su alrededor habrá ese con personalidad indigente que los imitará solo para lograr aceptación.

¿Qué tiene de malo querer aceptación?

Que por lograrlo dejamos de ser originales y la originalidad es lo que nos hace únicos. Nadie recibirá aceptación de alguien más si no se ha aceptado a sí mismo tal como es. Nada más fresco y puro que levantarse una mañana y comprometerse a  ser la mejor versión de sí mismo que pueda ser. Y esa frescura nos permite comportarnos naturalmente, sin parecer muñecos de cera con movimientos que son determinados por los gustos de terceros.

Soy único, soy original y tengo criterio propio debe ser nuestro juramento cada mañana. No es necesario actuar en pro de una supuesta aceptación ajena que depende exclusivamente de los gustos y preferencias de quien muy probablemente ni siquiera nos está prestando atención.

Cada mañana tengo la libertad de ser quien yo quiero ser y esa oportunidad es lo que da sentido a mí vida, el saber que nadie más puede ser igual que yo, que puedo mejorar cada vez que quiero y que sin duda la vida sería un desperdicio si subordino mi actitud y comportamiento a los caprichos y estupideces necesarias para ser aceptado en un grupo.

No voy a perder esta oportunidad, seré quien yo quiero ser.

Tigre o Borrego ¿Qué Prefiero?

Si hay algo que debemos tener claro los mileniales es que nada en esta vida pasa por casualidad. La ley de causa y efecto es universal y está presente en todos ámbitos de nuestra vida, en cada pensamiento, en cada decisión y en cada acción que emprendemos.

¿Qué significa eso?

Que toda acción que emprendemos tiene una consecuencia y que toda consecuencia proviene de una acción. La posición de víctima que asumen algunos en la vida y que la expresan a través de expresiones como “¿por qué me pasa esto a mí?” son el reflejo de que consideramos que somos víctimas de las circunstancias. Una posición tan deprimente sólo puede ser asumida por un borrego que considera que su vida no es realmente “su vida” sino que alguien más determina su destino. Diría Fred Kofman “es la posición de la oveja” en la que la persona va por el mundo mientras le pasan cosas pero nunca se capaz de hacer que las cosas pasen.

¿Por qué ocurre esto?

Porque mientras tontamente decimos “la filosofía es aburrida” otro nos controla con su filosofía.

Podemos y nos habremos quejado de cosas evidentes como una ley que pretende regular el acceso a internet y afirmamos que “El Estado quiere determinar lo que pensamos, controlar la información que recibimos y censurar el contenido que producimos” pero cuando se trata de educación basada en principios y valores somos inconscientes ante la forma en la que nos dominan con las populares obligaciones y deberes para con la sociedad, con el país y de cómo contribuimos a una “mejor vida” renunciando a nuestro dinero producido para declararlo en impuestos y aportar así a la burocracia de la que todos los días nos quejamos.

En la generación milenial somos conductores de nuestro propio destino y decir que aquello que ocurre en nuestra vida fue una “casualidad” nos arrebata ese control. El amor por la sabiduría es indispensable que cada milenial lo entienda, asimile y experimente. Saber qué, cómo y cuándo quiero que ocurra algo en mi vida, desde la carrera universitaria que estudiaré, la forma en la que me ganaré la vida y la pareja que elegiré para compartir mi vida son acciones determinadas por nuestra filosofía de vida.

Sólo quien sabe a dónde va decide el camino que lo llevará y eso es propio de un milenial.

Tigre o Borrego ¿Qué elegirás?