Si hay algo que debemos tener claro los mileniales es que nada en esta vida pasa por casualidad. La ley de causa y efecto es universal y está presente en todos ámbitos de nuestra vida, en cada pensamiento, en cada decisión y en cada acción que emprendemos.
¿Qué significa eso?
Que toda acción que emprendemos tiene una consecuencia y que toda consecuencia proviene de una acción. La posición de víctima que asumen algunos en la vida y que la expresan a través de expresiones como “¿por qué me pasa esto a mí?” son el reflejo de que consideramos que somos víctimas de las circunstancias. Una posición tan deprimente sólo puede ser asumida por un borrego que considera que su vida no es realmente “su vida” sino que alguien más determina su destino. Diría Fred Kofman “es la posición de la oveja” en la que la persona va por el mundo mientras le pasan cosas pero nunca se capaz de hacer que las cosas pasen.
¿Por qué ocurre esto?
Porque mientras tontamente decimos “la filosofía es aburrida” otro nos controla con su filosofía.
Podemos y nos habremos quejado de cosas evidentes como una ley que pretende regular el acceso a internet y afirmamos que “El Estado quiere determinar lo que pensamos, controlar la información que recibimos y censurar el contenido que producimos” pero cuando se trata de educación basada en principios y valores somos inconscientes ante la forma en la que nos dominan con las populares obligaciones y deberes para con la sociedad, con el país y de cómo contribuimos a una “mejor vida” renunciando a nuestro dinero producido para declararlo en impuestos y aportar así a la burocracia de la que todos los días nos quejamos.
En la generación milenial somos conductores de nuestro propio destino y decir que aquello que ocurre en nuestra vida fue una “casualidad” nos arrebata ese control. El amor por la sabiduría es indispensable que cada milenial lo entienda, asimile y experimente. Saber qué, cómo y cuándo quiero que ocurra algo en mi vida, desde la carrera universitaria que estudiaré, la forma en la que me ganaré la vida y la pareja que elegiré para compartir mi vida son acciones determinadas por nuestra filosofía de vida.
Sólo quien sabe a dónde va decide el camino que lo llevará y eso es propio de un milenial.
Tigre o Borrego ¿Qué elegirás?
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