Suena el despertador, la cafetera, el sonido virtual de un pájaro que por las mañanas nos avisa de que ha llegado el tren. Indudablemente estamos aturdidos por estándares y patrones que al final lo que lograrán será la creación de modelos prototípicos, donde todos seamos iguales, sin variación ni sentido de diferenciación entre nosotros. Puede que sea una exageración o la simple llegada de nuevas tecnologías. En lo que no cabe duda es en que los seres humanos estamos sufriendo una pérdida de identidad que es directamente proporcional al desarrollo de cada nueva versión de Iphone.
Constantemente se escucha decir que esta nueva generación, la nuestra, está adormecida. ¿Por qué tanta presión? Y es que con el avance del tiempo nos damos cuenta de que mientras algunos continúan siendo un patrón y la fotocopia del que tienen al lado, hay otros que están maquinando ideas innovadoras y emprendedoras en favor del progreso.
Sí, es normal que nos preocupemos, o que nuestros padres, producto de una generación de “cambio”, estén haciendo generalizaciones y prejuicios acerca de lo que somos y lo que hacemos. Esto último, para muchos, es algo que se aleja de la realidad. Sí que es cierto que muchos de nosotros nos dejamos seducir y nos “atontamos” fácilmente con el nuevo modelo de una tablet y por lo que esta conlleva. Pero también, si buscamos un poco más allá de Facebook, podemos ver la inmensa cantidad de proyectos, propuestas y plataformas que brindan contenido de calidad. Entonces, ¿cuál es el problema? El exceso de información, o también referida infoxicación. Por supuesto que es difícil que destaquen nuestros trabajos cuando la globalización hace que en décimas de segundo lo que hicimos sea un periódico de ayer sin mayor importancia.
Ante esto y, frente a cambios, siempre surgen los movimientos culturales: artísticos, científicos y filosóficos. Miles de personas han reaccionado a este turbio mundo de comunicación y crisis económica que estamos viviendo. Estos pioneros que han tomado el mundo de la comunicación a su favor son los freelancers.
El paso de poner fuera nuestras creaciones al alcance de todos es difícil, pero con ellas experimentamos nuestras virtudes para así potenciarlas, dependiendo siempre de la reacción que obtengamos. “Buscarse a uno mismo”, más que eso, lo importante es saber en qué nos movemos como pez en el agua. Es así como un autónomo empieza, se da a conocer en un mundo online. Propone su trabajo, contacta con algunas personas y en poco tiempo busca tener una lista de clientes.
Los freelancers, o autónomos, según Barbara Zonzin – fotógrafa italiana radicada en Ámsterdam y dedicada a plasmar comida y diseños interiores – nos explicó lo que es ser freelancer para ella. Su esencia está en la idea de ser tu propio jefe, despertar con la incertidumbre que atemoriza y motiva, y hacer de tu pasión tu vocación.
Generalmente, muchos aseguran que ser freelancer es la consecuencia y la solución por la crisis económica que muchos países del mundo siguen sufriendo. Sin embargo, después de varias entrevistas con trabajadores independientes en la ciudad de Ámsterdam, parece que la realidad se aleja de esto.
La verdadera razón está en que los creativos del siglo XXI buscan individualizarse. Nadie nos lo contó, pero todos sabemos que las compañías atrofian nuestra creatividad por el simple hecho de que nos encapsulamos en trabajar para cobrar a fin de mes. El autor Albert Camus dijo: “la verdadera generosidad para con el futuro, consiste en dárselo todo al presente”.
Es así como viven los freelancers, y es que “la verdadera generosidad para nuestra plenitud consiste en darlo todo a lo que hacemos”. Ser freelance da miedo, es normal, pero es una excelente opción para profesionales – o simplemente aficionados – de hacer lo que nos gusta. Los proyectos abren la mente, y es evidente que la variedad en lo que trabajamos expande nuestra capacidad de creación.