En la película “El hombre de acero” (Man of Steel) el planeta Krypton está gobernado por hombres con ideas contrarias a la libertad. Si nacías en Krypton tu destino estaba preestablecido: serías lo que la sociedad necesitara que fueses (herrero, carpintero, guerrero, etc.). Ésa es la razón por la cual el padre de Kal-EL arriesga su vida para salvar a su hijo enviándolo a la Tierra para que sea lo que él desee ser.
Claramente la decisión de venir a este mundo no ha sido nuestra, fueron nuestros padres quienes lo decidieron pero… ¿La sociedad tuvo algo que ver?
No, ellos (nuestros padres) decidieron el lugar y las condiciones en las cuales llegaríamos bajo su responsabilidad, pero una vez que estamos aquí y somos independientes las decisiones sobre lo que hacemos son nuestras. La independencia no sólo abarca términos financieros sino que nuestra adolescencia está estrictamente ligada a las decisiones que tomamos: se llama libre albedrío.
Desde que aterrizamos en este mundo somos bombardeados por millones de ideas y con el paso del tiempo y la madurez de nuestro pensamiento vamos haciendo elecciones sobre cada una de ellas. La idea más potente en la juventud, que se vincula a la rebeldía natural de nuestra edad es: ¡Soy libre carajo!
Ahora bien, si la sociedad tiene poder sobre mí y se supone que mi propósito debe ser “servir a ella” ¿Qué rayos tiene eso que ver con la libertad?
Mi libertad es un compromiso conmigo mismo que conlleva mi responsabilidad por el respeto a los demás, a sus derechos, y lo hago así porque quiero convivir en paz, sanamente.
Si mi vida va a quedar reducida a ser “útil a la humanidad” o “servir a la sociedad” como si hubiese nacido en un campo de concentración Nazi o en la Rusia Soviética deberíamos preguntar:
¿Dónde demonios firmo la renuncia?
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