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lunes, 14 de septiembre de 2015

Una casa del árbol que es hotel y santuario natural

Hace siete años, los fundadores de la Finca Bellavista Mateo y Erica Hogan, visitaron por primera vez la propiedad que se convertiría, hasta el día de hoy, en su hogar fuera de la ciudad. Esta construcción se ubica en las alturas del bosque tropical de Costa Rica, rodeada de follaje y todo tipo de plantas y animales, esta guarida se yergue por entremedio de las copas de los árboles como un santuario dentro de un santuario.

Con la idea de crear una verdadera comunidad autosustentable, el proyecto fue llevado adelante para que la compra del terreno tuviera un propósito valioso en todo sentido. Su nombre está inspirado en el pintoresco Río Bellavista, un corredor de aguas blancas, rodeado por abundante verde, donde las personas pueden zambullirse a diario y disfrutar de su afluencia.
Como parte del plan de integrar plenamente la forma con el paisaje, las copas de los árboles se ciernen cerca del borde del grupo de estructuras que hoy conforman lo que es la Finca Bellavista, un espacio donde las personas pueden hospedarse y vivir experiencias diferentes, en contacto con el entorno y con lo que Costa Rica ofrece particularmente como destino turístico. 

Finca Bellavista se encuentra en una zona relativamente prístina de Costa Rica, muy alejada del bullicio del mundo exterior. El pueblo más cercano queda a 1,5 millas de distancia y tiene sólo una escuela, una iglesia, una pulpería, una parada de autobús, un puñado de casas y un campo de fútbol. Mientras el pueblo se centra en proporcionar un lugar para que los seres humanos vivan, en el medio del bosque, Erica y Matt Hogan, se han comprometido a ser administradores de la tierra y el medio ambiente que lo rodea. Su búsqueda está en interactuar y crecer dentro de este ecosistema de la forma más precavida y consciente posible.
Todo el complejo está conectado por tirolesas y puentes colgantes. El equipo central vive y trabaja en la propiedad, mientras que los residentes y los huéspedes transitorios pueden disfrutar de los paradisíacos alrededores temporalmente. La finca o granja, como también se la llama, es parte de una red de hoteles eco-friendly de aventura de Costa Rica y a pesar de eso, ésta "ciudad entre copas" sigue siendo uno de los pocos entornos vírgenes del país.

La comunidad que allí vive es casi completamente autosuficente y sustentable. El espacio cuenta con un comedor, sala de estar al aire libre, un rancho, casa de baños, lugar de campamento, jardín para boda, etc. El complejo sigue creciendo y creando un sentido diferente de lo que se entiende por "vida en el bosque", con pocas casas del árbol en diversas etapas de construcción, la Finca es una de las primeras casas del árbol contemporáneas que es a la vez comunitaria, planificada según estándares permaculturales y arquitectónicos y sostenible.
Cada residente debe comprar y utilizar un biodigestor, que genera electricidad y calor a partir de un proceso de conversión de residuos en energía. La arquitectura está optimizada para aprovechar al máximo la ventilación cruzada, la iluminación natural pasiva y los sistemas de construcción responsables.

El floreciente barrio atrae personas afines, comprometidas con la conservación y dispuestos a ser participantes sutiles en el balance general del ecosistema conservado sin inmutar. Esta forma de construcción y de vida, demuestra que el delicado intercambio entre el hombre y la naturaleza no solo es posible, sino que es la forma más exuberante de interactuar con el mundo. 


¿Qué sucedió con los nativos de la Isla de Pascua?

Investigadores han revelado una nueva forma de mirar la historia de los Rapa Nui, la civilización que habitaba la Isla de Pascua, descubriendo detalles de su vida antes de que los europeos llegarán a la isla en 1722.

Existe la teoría de que los Rapa Nui desaparecieron debido a la sobreexplotación de su tierra, dando lugar a la hambruna generalizada, y se dice que quizás incluso al canibalismo.

Pero un grupo de científicos de Estados Unidos, Chile y Nueva Zelanda ha descubierto que ciertos artefactos de obsidiana de la isla cuentan una historia distinta. Su análisis demuestra que el concepto de colapso es una caracterización engañosa en las dinámicas de la población humana prehistórica.

El equipo de investigadores, utilizando un método que mide que tan rápido de la obsidiana absorbe agua, han datado 286 artefactos de este material, incluyendo herramientas agrícolas, de tres sitios en a isla.

Encontraron que la población de Rapa Nui no se colapsó antes de 1722, sino que se desplazo alrededor de la isla conforme los niveles de lluvia afectaron su agricultura. De hecho, antes de la llegada de los europeos, los Rapa Nui restringían la siembra a dos lugares que habían resultado exitosos con anterioridad, probablemente debido a periodos de sequía.

Tras la llegada de los europeos, la población nativa no disminuyó inmediatamente. Es más, los investigadores aseguran que incluso se expandieron en algunas áreas. Pero solamente fue cuestión de tiempo para que las enfermedades foráneas, como la viruela, y la venta de los Rapa Nui como esclavos, llevará a la extinción a esta cultura que construyó las estatuas gigantes que decoran la Isla de Pascua.