A veces me pregunto ¿Cuántos se despertarán por las mañanas pensando en qué traje usarán? Y no hablo del traje para el trabajo ni de la ropa para la universidad; hablo de la personalidad que deciden tendrán ese día que está por empezar.
¿Me visto como los demás me quieran ver o me visto como yo quiero ser?
Puede sonar como analogía pero realmente escoger quién seré cada mañana es igual a elegir la ropa que usaré. Algunos deciden desde muy temprano que serán tal cual la sociedad quiere que sean. Son esos que se sienten excluidos y que para ser tomados en cuenta en un grupo social, estos mendigos de atención cada mañana despiertan pensando más en lo que a los demás les gusta que en sus gustos personales. Desde muy temprano se comportan como los demás esperan, crean hábitos propios del grupo para al reunirse contarles que “hicieron yoga a las 6am” “trotaron alrededor de una laguna” o “bebieron un batido de Herbalife”. Y ojo, no tengo nada en contra de quienes lo hacen como hábitos reales, pero sin duda de seguro a su alrededor habrá ese con personalidad indigente que los imitará solo para lograr aceptación.
¿Qué tiene de malo querer aceptación?
Que por lograrlo dejamos de ser originales y la originalidad es lo que nos hace únicos. Nadie recibirá aceptación de alguien más si no se ha aceptado a sí mismo tal como es. Nada más fresco y puro que levantarse una mañana y comprometerse a ser la mejor versión de sí mismo que pueda ser. Y esa frescura nos permite comportarnos naturalmente, sin parecer muñecos de cera con movimientos que son determinados por los gustos de terceros.
Soy único, soy original y tengo criterio propio debe ser nuestro juramento cada mañana. No es necesario actuar en pro de una supuesta aceptación ajena que depende exclusivamente de los gustos y preferencias de quien muy probablemente ni siquiera nos está prestando atención.
Cada mañana tengo la libertad de ser quien yo quiero ser y esa oportunidad es lo que da sentido a mí vida, el saber que nadie más puede ser igual que yo, que puedo mejorar cada vez que quiero y que sin duda la vida sería un desperdicio si subordino mi actitud y comportamiento a los caprichos y estupideces necesarias para ser aceptado en un grupo.
No voy a perder esta oportunidad, seré quien yo quiero ser.
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