Gruyères
Es cierto que su famoso producto no lleva la ‘s’ final y que éste toma el nombre de la comarca (Gruyère) pero cuando se cita a este coqueto pueblito prealpino es inevitable pensar en queso y en vaquitas salpicando las verdes laderas. Luego convence con su idílica postal, con su disfrutable castillo ducal y sus grandes chalets consagrados hoy al alojamiento y a la fondue. Y al final ya sorprende con otras rarezas como su museo HR Giger, su bar alienígena o su completísimo museo de arte tibetano.
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