Somos los que comemos. Dicen que la alimentación es la que marca si tendremos o no una salud de hierro. Slow food es lo contrario y el archienemigo de fast food. ¿Hasta ahí llegamos, no? No significa que tengas que masticar más despacio, ni que la comida sea de digestión lenta, sino que está elaborada a base de productos de la tierra. Hablamos de productos ecológicos que pasan de las manos del productor directamente al consumidor, sin intermediarios. Comida sana y, sobre todo, natural. “De la tierra al plato”, ese podría ser su lema.
A pesar del boom de las cadenas de comida rápida, en los últimos años ha ido creciendo el interés por la gastronomía gourmet. Así nació el movimiento slow food. Como curiosidad, te cuento que este movimiento lo creó un grupo de amigos italianos para fomentar la comida saludable y protestar por la primera franquicia de Mc Donalds que empezó a operar en Italia a finales de los años 80. Tres décadas después la cosa ha ido creciendo y ahora son más 100.000 socios en todo el mundo, en los 5 continentes.
Casamar de Llafranc, Girona
Entre los chefs españoles afiliados al movimiento slow food con Estrella Michelín, está Quim Caselles del restaurante Casamar de Llafranc. Su equipo se ha especializado en productos locales como el revuelto de huevos de payés con setas, las navajas con salsa de romescu y emulsión de ajo y perejil o su deliciosa crema de calabaza con buñuelos de viento y sardina ahumada.
Aquí valoran los productos naturales y la cocina de proximidad. Porque no es lo mismo comerse un plátano de Canarias que uno de Costa Rica –con 10.000 kilómetros de viaje a sus espaldas-, ni un tomate de supermercado es igual que un tomate recién recogido de un huerto. ¡Los tomates ya no saben a tomate! No hay punto de comparación y quien diga lo contrario, miente.
Restaurante El Padre, Madrid
Cumple todos los requisitos para llevar a gala la marca slow food: ofrece productos ecológicos y recetas tradicionales. Aconsejo probar sus berenjenas rellenas y los huevos “Al Padre”, que son huevos de corral. El menú diario cuesta 15 euros e incluye primer plato, segundo, postre y bebida.
Comer sano afecta a nuestro estado de ánimo, e incluso dicen los expertos en nutrición que puede disparar la sensación de felicidad. Así que si queréis seguir generando endorfinas, se acabaron las hamburguesas, también las pizzas, los burritos y los kebabs. Ya no hay excusas para no cuidarse.
Restaurante Kimpira, Valencia
Todo lo que llega a la mesa en este restaurante valenciano es orgánico. Comer en Kimpira es una garantía de comer sano. ¿Y qué podemos encontrar en su carta? Las recomendaciones del chef son la Kimpiburguer, una hamburguesa vegana, la pasta con boletus, las bravas de yuca y su famosa sopa de miso. Y ya paro, porque se me está haciendo la boca agua.
Cuando era pequeña mi madre siempre me decía: “hija, tienes que aprender a comer bien. ¡Las madres no fallan! Y sí, ahora es cuando le doy la razón.
Restaurante Yandiola, Bilbao
Quien va, repite. Lo que convence de Yandiola además de su cocina de mercado, son sus vinos con denominación de origen y, por qué no decirlo, también sus flipantes vistas de la ciudad del Guggenheim. Toma nota de las recomendaciones: las tostas de anchoas de Karmelo Toja, caviar de Riofrío y pulpo asado con un toque de humo.
Aunque la moda del slow food llegó a España hace pocos años, cada vez son más los mercados que ofrecen productos orgánicos que no han pasado por las manos de grandes distribuidoras. Ahí van dos ejemplos: El Mercado de San Miguel en Madrid o el Mercat de la Terra de Barcelona.
Y acabo como empezaba: “Somos lo que comemos”
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