En muchas ocasiones, decidimos emprender un viaje hacia algún destino en función de distintos condicionantes: recomendaciones, ilusiones, ganas de aprender, entre otros. Ahora bien, lo que siempre ocurre, sea como fuere, es que los turistas nos vemos inmersos en el convencionalismo del “turismo de masas” y, en consecuencia, perdemos muchas vivencias, que de haberlas experimentado, hubieran configurado, sin lugar a dudas, el mejor viaje de nuestra vida.
A continuación, voy a presentaros tres aspectos que se alejan notoriamente – algunos más, otros menos- del turismo al que estamos acostumbrados:
NO TE DEJES SEDUCIR POR LA CÁMARA
¿Cuántas veces hemos escuchado a nuestras madres incidiendo una y otra vez en que hagamos fotografías de todo, todo, todo, todo, incluso del baño? Ya es hora de que nos despidamos de la cámara durante parte de nuestra visita y disfrutemos de lo que verdaderamente tenemos delante de nuestros ojos. Nadie sabe si vas a poder sentir y contemplar las cataratas del Niágara de nuevo, así que en vez de intentar inmortalizar, una y otra vez, esos instantes, guarda la cámara y disfruta del momento.
Por el contrario, siempre nos tropezaremos con alguien -al parecer muy experimentado- que pronuncia enunciados tan dignos del tipo “la fotografía es la imagen física de la memoria” o bien, mientras nos muestra una foto, dice: “aún recuerdo qué sentía en aquel momento”. A propósito de esto, es esencial que meditemos sobre si existe la necesidad de que nuestra memoria recurra a experiencias del pasado solo a través de la fotografía. Para mí, esto no puede suceder, somos nosotros los que debemos ser capaces de trasladarnos a esa esfera mágica que nos rodeó durante, por ejemplo, un paseo por los alrededores de los canales de Ámsterdam.
SIN PRISA PERO SIN PAUSA
Otra de las aportaciones del “turismo de masas” es el agotador ritmo que conlleva el hecho de descubrir una ciudad, en la que no habías estado anteriormente. Lo peor de todo, al fin y al cabo, es que la culpa es nuestra, ya que nos dedicamos a organizar descabelladamente cada segundo de nuestra estancia. ¿Y si de improviso nos cruzamos inesperadamente con la rúa de carnaval de verano de Tossa de Mar? ¿Nos va a permitir el ritmo frenético que nos hemos impuesto a mirarla, ni siquiera, de reojo? Por tanto, tenemos que concebir la idea de que si no saboreamos de manera sosegada experiencias tan particulares como las descritas anteriormente, nuestra visita se convierte más en una maratón que en un verdadero placer.
TODOS PARA UNO Y UNO PARA TODOS
La solidaridad es, hoy en día, primordial para superar las dificultades a las que nos enfrentamos como consecuencia de la crisis, que repercute a todos los ámbitos, en la que todo el colectivo social está inmerso – y no frivolizo, ni mucho menos-, pero cuando tenemos la ocasión de poder viajar a un nuevo país, ciudad, etc., no la debemos echar a perder porque nos hará evadirnos, por poco que sea, de la cruda situación que vivimos. Por lo tanto, debemos tomar nuevas determinaciones, al margen de lo que nos dictaminen los folletos turísticos, bajo la etiqueta de “digno de visitar”. En realidad, es necesario que nos arriesguemos a estructurar nuestro viaje según nuestras preferencias ya que, aunque sea fabuloso subir a The CN Tower (Toronto), es posible que para alguien en particular sea, aún más significativo, algo tan sencillo como bañarse en las aguas dulces del lago Ontario.
En definitiva, espero haberos convencido, o al menos haberos hecho reflexionar, de que la capacidad de decisión propia, aplicada al turismo, es fundamental para que nos divirtamos allá donde vayamos.
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